El olor a frío
tan claro como el silencio
de la nieve volando, surgiendo del suelo
magia en simetría,
hoy tranquila
ante un sol que no calienta
pero en su timidez ilumina.
Caminos de bosques de nata
que llevan a grutas envueltas en hielo
lo más profundo de un alma, abriéndose en su momento más duro
decorando junto al cielo, fresco y nítido,
catedrales de naturaleza envuelta en calma,
cuevas de cristal, tan bruscas como delicadas;
aguantando contra la gravedad,
y a su vez listas para caer
y volver a crecer cada año.
Invierno despierto en los árboles, estirados
hacia un sol que nunca llega a saludar.
Resplandeciente entre las sombras que crea,
escogiendo caminos sin pisar,
de polvo transparente que solo te puedes llevar
allí a donde limpiarás tu alma
y algunas gotas se congelarán,
antes de poder caer.