tras la larga e interminable noche,
La energía aún rugiendo levemente
en los camiones que traen el pan de cada día,
el pescado del norte, las verduras del sur;
el finde semana arrasando, con un sol relevando
las tenues farolas
contemplando desde hace siglos el cemento gris
y los colores renaciendo, cada madrugada
en un ciclo sin fin, de aceras vacías, yéndose tantos a dormir,
Pero la ciudad no duerme
jamás somnolienta, pero de vez en
cuando Madrid
vive el efímero silencio,
de su mañana indolente.
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