Gaviota sobre la columna del Tajo, pensando en volar:
me sumerjo en tu capital con su alma de pueblo
en las ventanas, siempre abiertas a las miserias y proezas
de cada casa portuguesa; tu olor a parrilla en primavera
y tus colores deslizándose en las pupilas.
Pura poesía estampada en tu corazón, entre escaleras sin desembocadura,
escalamos al son de una guitarra, recordándome a mi hogar, hoy sembrando
cera sobre este suelo, velando por un lugar
que fue y no fue mi casa; como cada esquina,
me ayudas a estirar las plumas, sin quemarme con tu clima,
aprendiendo a tararear alegre
la melancolía.
Me has dado el ritmo de un pasado confiado
y el pasaje aún danzado, con la llave de la nostalgia
decido, yo ó el viento, seguir hacia el mar; desaparece
la gaviota entre las risas alarmadas de otra historia
pero yo sigo la mía: se cerro la puerta, pero siguen de par en par,
las ventanas abiertas.
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