Entradas marcadas por ritmos de viento sobre las alas mecánicas de todos, como saltamontes perdidos
sobre nubes nacidas de lágrimas de alegría
y envidia de quienes vuelan sin humo
rastreando la atmósfera como pez en el agua.
Nos hacemos viejos con el tiempo
y rejuvenecemos viendo los coches tal cual cucarachas
desde el cristal que nos lleva donde luzcan los pitidos
señalizando el viaje sin destino final, con auriculares incluídos
por que no oímos, el sonido del viento
rozando la velocidad.
Ojos que se van cerrando
suspendidos en el aire, viendo aquella película
en la que todo va pasando bajo nuestros pies,
llenos de maletas de viaje, lo importante sobre el regazo,
para acompañar y distraer las horas
que pasamos encerrados en la libertad
de volar a ciegas.