Hablan de noches eternas, pero no te cuentan la verdad
de días tejidos en amaneceres, suavemente derritiéndose como montes nevados
en los colores del crepúsculo, sin llegar a saber la diferencia
entre el principio de uno, y el terminar del otro;
la continuación de una noche llena de luna
alumbrando como el sol la infinidad de un paisaje
pintado con imaginación-
majestuoso en su sutileza, inocente en su grandeza.
Poblados al fin del mundo, existiendo en su paz ordenada
ajenos a la intemperie, hechos a su mar.
Y tal vez lo que todos aprendieron fue que aquí era el comienzo
donde finalmente entendieron
a no temer la oscuridad, a navegar hacia el vacío
y en esa incertidumbre encontrar
la magia de un cielo
que vive iluminando
incluso en sus tinieblas.